"No midas tu riqueza por el dinero que tienes o atesoras, mide tu riqueza por aquellas cosas que no cambiarias por dinero."

viernes, 25 de noviembre de 2011

Culpa de qué

Victoria es una profesional. Está por culminar la Especialidad como Doctora en Medicina, tiene un hijo pequeño y un esposo que ocupan su tiempo. Su pareja es doctor como ella y todos saben que le ayuda en sus finanzas, pero nadie quiere saber del problema que esta mujer tiene en las piernas, sufre de caídas frecuentes que dejan huellas en su rostro por varios días.
En el fondo todos saben que Victoria tiene perfectas piernas pero se queda inmóvil cada vez que ese hombre, al que cree amar y tanto teme, se le abalanza encima.
Como ella, viven muchas mujeres que son víctimas de la violencia dentro de su núcleo familiar ya sea por su pareja o hasta por sus propios hijos e hijas.
Según informa la Organización Mundial de la Salud (OMS), una mujer es maltratada en el mundo cada 18 segundos y al menos una de cada cinco es víctima de maltratos en su propio hogar. También indicó que para las mujeres de 16 a 44 años de edad, la violencia doméstica es la principal causa de muerte o invalidez, por encima del cáncer, los accidentes de tránsito y las guerras.
Las causas desencadenantes de la agresión pueden ser los celos, la discriminación, el alcoholismo, los problemas económicos o las frustraciones y se agravan en la medida en que la persona va siendo víctima una y otra vez del maltrato.
Sin embargo, cuesta mucho que las víctimas busquen ayuda, por el desconocimiento, el temor, la vergüenza y la autoinculpación. La mujer se considera culpable por las agresiones que recibe, “ella se lo buscó”, repite una y otra vez, el agresor.
Nadie merece el maltrato, más si viene de una persona cercana que debe velar por el bienestar de la familia. Nadie tiene potestad para golpear a otro ser sea cual sea la falta infligida ante sus ojos.
¿Cuándo la ola viene impetuosa sobre la roca...? ¿La acaricia o la golpea? Se pregunta la poetisa Dulce María Loynaz, pregunta que se hace Victoria al sentirse responsable por los golpes que recibe, pero ya no alcanzan los arrepentimientos de él ante represalias cada vez mayores.
Quizás va entendiendo que es hora de ponerle fin al tiempo del miedo, que es posible vivir lejos de la violencia y que su futuro puede ser mejor.

Sin mirar atrás



“Tico, tico, tico…”, repite Tina como música para las aves de corral que la rodean inmediatamente en espera del alimento.
“Tico, tico, tico…” La voz de esta productora despunta el día y anuncia una jornada de fuerte quehacer en la tierra.
En menos de tres meses, Editinia Victoria Arnedo Almaguer, más conocida por Tina, le entregó a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) “José Manuel Rodríguez” quinientos huevos de gallinas para la comercialización.
El amor a la tierra, a la cooperativa y a la Revolución la acompaña siempre. Cuenta que fue su mamá quien le inculcó esos valores; su madre que se convirtió en una de las fundadoras de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) “Justo Bruzón”, la primera de su tipo en el municipio y en Las Tunas.
Oriunda de Sacatierras, al norte del territorio, Tina recuerda los inicios del movimiento cooperativista y sus quehaceres como activista, cuando trabajaba en la tienda de víveres del poblado. Se mantuvo en el sector del comercio tras mudarse para Chaparra y asumió luego otras responsabilidades en el centro telefónico y en el taller textil.
Al poco tiempo de radicar en la cabecera municipal, la designan jefa de una brigada de hombres en el corte de caña. Para esta mujer no existen límites cuando se trata de hacer por el desarrollo de su pueblo.
El primer secretario del Partido tuvo la idea de buscar mujeres que dirigieran unas brigadas cañeras. Yo era una federada muy dispuesta y me seleccionaron. Me fui para Las Tapas. Dormía en el albergue con los compañeros y todos me respetaban; nunca nadie de la brigada se metió conmigo.
Sus ojos desbordan la emoción de esa época, el fervor de la primera década de la Revolución. Recuerda sus peripecias en los terrenos cañeros del norte… Me levantaba a las tres de la madrugada y salía para el campo porque había que tirar la caña y yo la contabilizaba. (…) La  brigada tuvo buenísimos resultados, estuvimos la zafra completa allí. Era soltera y me consagré a la tarea, mi familia era la que iba a verme.
Continúa su viaje en el tiempo, pero esta vez rememora la época como militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuando participó como delegada en el III Congreso de la organización juvenil. Dos años más tarde, en 1978, representó a Cuba en el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes con sede en La Habana.
Como Directora del Taller Textil “Tania la Guerrillera”, logró que su establecimiento se convirtiera en Vanguardia Nacional y estuviera entre los mejores de la provincia. Pasaba tres días en el taller haciendo esfuerzo porque siempre me gustó ir al frente. No podía tener a las obreras trabajando y yo en la casa durmiendo, eso no está en mí. Agradece a la esposa de uno de sus hijos que se quedaba en la casa y se encargaba de las labores domésticas.
Recuerdo que hubo un año, en que había caído mucha lluvia y la caña se estaba echando a perder en Las Marías, hubo una movilización grande. Era día de las madres, nos convocaron y fuimos, llevamos un cake para celebrar en el campo. Sacamos caña del fango y picamos también. Allí mismo le cortamos el cake a las trabajadoras.
Tina se mantuvo al frente del taller desde el año 1985 hasta el 1998. Tras la muerte de su madre, a quien admiraba mucho, pidió la jubilación. Poco después se abría otra etapa en su vida.
Mi esposo también se jubiló y nos fuimos a trabajar nuestra parcela. Ubicada en El Cenicero, a las afueras de la cabecera municipal, la tierra que cultivan en la actualidad dista mucho de la que vieron en aquel entonces. Cuando llegamos, todo estaba con mucha maleza, algo abandonado, pero poco a poco, fuimos haciendo con nuestras manos lo que tenemos hoy.
Otro momento que marcó su vida fue el embate del huracán Ike, el fenómeno climatológico más devastador que azotó al territorio, dejando tras de sí cerca del ochenta por ciento del fondo habitacional afectado y casi la totalidad de las plantaciones en el piso. Para esta familia significó comenzar de nuevo.
Cuando pasó el ciclón y llegamos aquí, me dijo mi esposo: “vámonos pa´ atrás”. Estaban todas las matas en el suelo, los plátanos, los árboles, todo era un fanguero horrible. Yo le respondí: “aquí lo que hay es que seguir, pa´ atrás ni para coger impulso”. Y aquí estamos.
Hace cinco años que se establecieron en El Cenicero y ya destacan por las producciones de plátano, yuca, entre otros cultivos. Tenemos 180 matas de guayaba, además de gallinas, guanajos y puercos. Todo se le vende al Estado. ¡Aquí lo que hay es que trabajar!
Esas tierras sirvieron de laboratorio para el Centro Universitario Municipal “Jesús Menéndez” y allí se cosecharon 67 variedades de frijoles con el objetivo de determinar los que mejor se adaptan a las condiciones del suelo y el clima nuestro, uno de territorios más secos del país en los últimos diez años.
Hoy Tina no recuerda con exactitud la cantidad de huevos que ha entregado a la cooperativa en este último año, hace tiempo que sobrepasó los 1000; sin embargo, asegura sonriente: Es poco, yo soy ambiciosa para las metas, me gusta cumplir metas grandes y representativas. Ha ido disminuyendo la cantidad de gallinas hasta llegar a dieciséis, porque quiere incrementar la cría de pavos criollos, más conocidos como guanajos.
En esta mujer se funden la experiencia y la energía. Se define como un motor impulsor para el trabajo en la tierra porque lo de campesina le viene en la sangre y en su parcela, confiesa que es feliz.
El trabajo en el campo no es difícil. Las mujeres somos muy capaces, más que los hombres, ellos son más cobardes para enfrentarse a cualquier tarea. La mujer atiende el hogar, los hijos, los nietos, el esposo, atiende la Federación, los CDR, cumple con el trabajo y con las tareas colaterales que le da el Partido y la Revolución, y lo hace contenta, lo disfruta, al menos yo soy así. He consagrado mi vida a eso. A mis hijos y a mis nietos también los he guiado para que cumplan con su Patria.
La casa de esta campesina se convierte de vez en cuando en un hervidero de productores que van en busca de semillas, de consejos o de la compañía de Tina. Según algunos tiene el corazón tan grande como la ceiba ancestral y gigantesca que crece en el centro de su patio y que ni el huracán Ike pudo derribar.
Para mí no hay imposibles, dice mientras sonríe satisfecha y añade a modo de consejo, aprende tú.

El reino de Adelaida


Desde que vi por primera vez a Adelaida Rodríguez Ávila, supe que era una mujer que rompe esquemas; abrió la puerta de su casa como quien ofrece los secretos de su reino.
"Nosotros nos ganamos 54 mil pesos en un año, de ellos el cuatro por ciento de los ingresos lo aportamos al Estado, entregamos 18 mil litros de leche en el 2010, y en el 2011 queremos sobrepasar esa cifra", refiere con total seguridad.
Al verla se sabe que esta mujer no conoce el temor al trabajo. Gracias a su empeño se convirtió en la mayor productora de leche fluida del municipio de Jesús Menéndez, al norte de la oriental provincia de Las Tunas.
"Cuando empezamos todo era un monte de aroma (arbusto espinoso de fácil propagación), los tres solitos: mi hijo, mi esposo y yo, tuvimos que tumbarlo todo y hacerlo nuevo con nuestras propias manos".
Trece años han transcurrido desde que Adelaida y su familia comenzaron con el cultivo de la tierra.
"Ahora tenemos 42 cabezas de ganado solo en una caballería de tierra. Estamos entregando 97 litros de leche todos los días a la tienda La Comercial y nunca hemos tenido ninguna baja por hurto y sacrificio. Además, sembramos para el consumo de la casa y para entregarle a la cooperativa José Manuel Rodríguez. Desgranamos el maíz y la soya para los animales también".
Tenía 38 años cuando decidió dedicarse a la producción de alimentos. De niña veía a su mamá que desde muy joven ordeñaba vacas y trabajaba mucho en el campo; para ese entonces vivía en la localidad de Juan Sáez, al sur del municipio. Era la mayor de 5 hermanos y a los 7 años su tía la llevó para Chaparra y desde entonces asumió su educación.
"Comencé mi vida laboral hace muchos años. Estudié Dibujo Técnico en Santiago de Cuba y fui para La Habana a trabajar en Antillana de Acero. Estaba previsto que fuera a la Unión Soviética pero por mi padecimiento como asmática no pude viajar.  Regresé para trabajar en el territorio en el año 1978. Así, empecé en el Ministerio del Azúcar, donde trabajé durante 23 años: en los almacenes de Chaparrita, en la Oficina Central como secretaria y luego fui oficinista".
Para ese entonces, estaba embarazada otra vez y su vida cambió completamente.
"Tuve mi segundo niño y dejé el trabajo porque no tenía quien me lo cuidara. El círculo infantil era una posibilidad, pero no me lo dieron. Como vivía lejos, mi tía, que era muy viejita, me pidió que hiciera la casa en estas tierras para que cuando ella no estuviera me quedara con el terreno y con los animales. Vine y ahora soy la dueña".
Adelaida es una mujer de baja estatura, de carácter firme y de mucha disposición. Ella trabaja todos los días y por largas jornadas, pero disfruta el premio de su empeño.
"Mi tía tenía unos animales muy malos que no daban casi leche, yo los he ido reponiendo por vacas de calidad. Gran parte de la caballería es para los animales de potreros; tenemos poca área de siembra para la cosecha pero le entregamos de lo que producimos a la cooperativa".
Se descubre como una mujer que dice lo que piensa y hace lo que hay que hacer, nada de ‘llorar por la leche derramada’ como dice el viejo refrán.
"Estamos pasando una etapa terrible porque no tenemos mucha área y necesitamos pastorear a los animales. Pedimos tierra y la primera vez nos la denegaron, ahora estamos esperando. Mientras, sembramos kingrás y caña para las vacas; cuando hay mucha seca las alimentamos con lo que producimos. Aun así, el ganado está gordo y no hay en esta zona otro como este".
Para ella, el éxito está en la unidad a la hora de emprender una tarea, sea cual fuera.
"Pastoreamos las reces mi esposo, mi hijo mayor y yo. Nos levantamos a las 2:30 de la madrugada y le garantizamos temprano la leche a los niños del pueblo, así pueden tomar el alimento antes de irse para la escuela o el círculo infantil".
Adelaida muestra en un dos por tres las corraletas de las reces. Enseña animada lo que serán los corrales para la crianza de cerdos que espera asumir como parte de un convenio con la Empresa Porcina. Muestra con orgullo el maíz, la soya y el pienso casero que acopia para la nueva producción. Pero ahí no acaba el recorrido, orgullosa habla de su patio que es referencia provincial de la Agricultura Urbana.
"Tenemos ciruela, anón, grosella, cereza, guayaba, mango, aguacate y mandarina de injerto, de esas que paren antes de los dos años. También un cocal grande con las matas siempre llenitas, variedades de plátano, yuca, verdín… de todo un poco. Criamos ovejos, pollos de ceba, conejos, caballos y dentro de poco, cerdos".
La pregunta se impuso con la mayor naturalidad del mundo, inspirada por la alegría de Adelaida al mostrar los resultados de su quehacer y por la certeza de que ella es el motor impulsor de cada avance en su tierra: ¿Es difícil para una mujer?
"Sí, es difícil, pero todo se resuelve en la vida cuando uno tiene unión. Entre mi hijo mayor, mi esposo y yo, lo logramos todo. Lo mejor que me ha pasado es entregar la cantidad de leche fluida para evitar la importación de leche en polvo a Cuba. Yo exhorto a las mujeres  a producir. Me siento muy contenta de ser productora. Todos los convenios los represento yo, todo está a mi nombre. Soy la mayor productora de leche del municipio con diploma y todo".
Otro viejo refrán asegura que el futuro es para las personas atrevidas, emprendedoras, por eso sé que para esta mujer los éxitos se multiplican. No dudo que cada año entregará más leche y una estrategia dará paso a otra, porque su mayor carta de triunfo es el trabajo y el amor por su reino.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Mensajera cubana

La mariposa blanca es nuestra flor nacional. Cuenta la historia que en las guerras de independencia las mambisas transportaban a la manigüa, mensajes escritos en sus pétalos. Así, los españoles no podían detectar el correo que les llevaban a los caudillos cubanos. 

Al son de la tierra

Clara es una de esas mujeres
que nació para brillar.
Mi vida es la tierra, afirma Clara Estrella Peña Ávila con una sonrisa amplia, tan grande como la certeza que la ha hecho comenzar tres veces, casi desde cero, en sus cinco décadas de existencia. La motivación es su parcela ubicada en San Juan.
Vine para aquí cuando me casé, a los 15 años. Mi esposo y yo trabajábamos la tierra compartida con el dueño, nos quedábamos con una parte y teníamos que darle dos a él. La Reforma Agraria me dio derecho a ocho hectáreas.
De sus padres aprendió muchas técnicas que aplica todavía. Su mamá trabajaba el campo y su papá alternaba el empleo en Puerto Carúpano con la agricultura, pues no tenían muchos recursos y encontraron en la producción de alimentos una manera de hacer más fácil su situación económica.
Cursé el sexto grado después de casada y no quise seguir, porque lo que quería era trabajar para tener mis cositas. Fui una de las primeras en sembrar cebolla y ajo en la zona. Iba a Ciego de Ávila a buscar productos para fumigar la cosecha; me quedaba sentada en un parque toda la noche en espera de un hombre que me los resolvía. Él decía que yo era la única mujer que hacía eso.
Quien ve la alegría de Clara no imagina los obstáculos que ha saltado; cada prueba fortaleció su disposición y su espíritu.
Mi esposo se fue para Estados Unidos pero yo no quise irme, porque dije que para un país ajeno no emigraba, que me quedaba en lo mío, en Cuba, junto a Fidel y en mi tierra trabajando. Cuando él se fue, como yo trabajaba la tierra, me quedé con la parcela; además, me dieron tres hectáreas. De mis cosechas le entregaba al hogar materno, al hogar de ancianos y le vendía al Estado.
Pero no fue esa la única vez que no dudó en dejar todo atrás. La vida se lo impuso: Me fui porque era mejor luchar por mi salud que por lo que tenía. Estaba enferma, con un tumor en la vagina. Me atendí en La Habana; allá me operaron y después venía un médico de la capital a consultarme, lo mandaban en un helicóptero. Estoy muy bien gracias a la Revolución, por eso digo que nunca me voy de Cuba. Si hubiera sido en otro país me hubiera muerto… Me fui porque a fin de cuentas, si me salvaba podía volver a empezar… y volví a empezar.
Por el patio de Clara se contonean pavos reales con la cola inmensamente abierta, corren de un lado a otro los pavos criollos, las gallinas y se oye cantar algún gallo para dejar claro su poderío. Con 40 años dedicados al trabajo agrícola, esta chaparrera tiene total decisión sobre sus cosechas.
Siembro maíz, calabaza y yuca, que son más resistentes a las plagas. Ahora también tengo melón, garbanzo y frijoles. Me gusta trabajar en el campo, levantarme bien temprano y ponerme a sembrar. Cuando tú siembras una cosecha y lo ves todo verde… para qué más. Si hay una cosa bella, esa es el trabajo.
Pero tuvo que comenzar una tercera vez, tras el paso del huracán Ike.
Todo quedó destruido, el naranjal, las ciruelas y la casa; muchos animales murieron. Después sembré viandas porque la vianda se perdió, maíz para los animales porque no tenían comida, yo tenía unas yuquitas que las tumbó pero eran las únicas que había por todo esto para poder comenzar el cultivo.
Después del huracán tuvo que poner las camas bajo el sol y el sereno por varios días. Entre ella, un joven y una señora que viven ocasionalmente en su casa, cepillaron en la canoa de agua de los animales cada abanico de la palma cana de la vivienda que destruyó el viento para volver a utilizarlas como techo. Trabajaron día y noche hasta volver a armar la casita de madera. En veinte días de labor, dejaron el hogar pintado.
Soy de las que no echan para atrás, ni dice que algo no se puede hacer; pienso siempre que sí se puede y no le tengo miedo al trabajo.
Cuando se coge una cosecha grande, es una felicidad. Lo mismo se siente cuando se venden puercos de más de 200 libras, como los tuve yo.
Clara se convirtió en la mayor productora de carne porcina del municipio.
Hubo veces de entregar 15 ó 16 puercos grandes. A cada rato tenía una buena venta de esas.
El fruto de su dedicación en la cría de cerdos le reportó más de 40 mil pesos anuales. Ella misma atendía a sus animales y les inyectaba en caso de que se enfermaran.
Como tenía muchos corrales, me entregaban comida, pero en la última temporada dejaron de hacerlo; esa época la recuerdo con tristeza porque muchos de los cerdos se desmejoraron… Ahora estoy esperando para coger los convenios y empezar la crianza de nuevo, ya recogí siete hectáreas de maíz y voy a preparar yogurt de yuca para garantizar la alimentación. Estoy en espera de que me traigan los puerquitos.
Esta cubana, hace mucho tiempo que echó raíces.
Estoy donde quiero estar. Todavía el que era mi esposo me pide que me vaya, pero yo le digo que el que tiene que venir es él. Este gobierno es una belleza, no me voy para los Estados Unidos ni muerta; fui hace como tres años, me pasé un mes y vine enseguidita, dando gritos.
Yo tengo que echarle el ojo a todo, porque no puedo estarme quieta. No me gusta estar en la casa, me parece que es una vida vacía, que no tiene lógica; lo mío es estar en el campo.
Muchas personas miran con curiosidad a Clara cuando va a la cabecera municipal manejando su carretón de caballo, más asombro les daría si la vieran con su yunta de bueyes arando la tierra.
Mientras viva, yo trabajo, ¿cómo voy a vivir sin trabajar? Hay mucha gente a la que no le gusta el campo, pero a mí sí,  es mi alegría y para el pueblo no me voy ni loca. Me pienso quedar aquí por siempre, ese es mi final, pero eso no es por ahora, ahora hay mucho trabajo por hacer…
Me siento muy feliz donde estoy, tengo mi pedacito de tierra donde mudar mis vacas y mis bueyes, donde trabajar y sembrar lo que quiera; ¿qué más puedo pedir? Esa es mi felicidad.
Tal parece que sus padres conocían bien el destino de esta mujer cuando escogieron su nombre. Ella tiene total claridad de lo que quiere y construye su destino.
Sueño con terminar mi casa, que Dios me dé mucha salud y también a mi coro familiar que es lo que hace falta. Espero sacar otro convenio y coger treinta puercos para empezar de nuevo. Hay gente que dice que por trabajar en el campo la mujer se pone vieja y fea, yo no estoy de acuerdo con eso porque si te quieres cuidar, te cuidas; cuando pasan los años nadie se mantiene joven. Este es un trabajo como otro cualquiera y yo nunca escogería otro.
Nosotras sí podemos trabajar, luchar, echar pa’ lante y cumplir con los planes. Para la mujer no es difícil nada; duro es para la que nunca lo ha hecho, pero solo tienes que empezar.