Liliana
Gómez Ramos
Las
Tunas- Veintitrés años de
existencia le alcanzaron a Dayanis Cruz Pérez para desear compartir parte de su
tiempo con los conejos. La idea más loca que se le pudiera ocurrir a una joven
según otros de su misma edad, más aun, cuando se trató de dejar a un lado su
futuro como instructora de arte.
Estudiaba pintura en Las
Tunas pero me fui de la escuela. Antes, cuando era chiquita tenía dos conejitos
y le buscaba hierbita, después de estar en la casa me volvieron a regalar dos
conejos chiquitos y al cabo del tiempo empezaron a parir. Mi madrina me habló
de los convenios, fui, me anoté y ahora es mi trabajo. Estoy estudiando para
obtener el 12 grado y hago lo que me gusta. Me dedico a mis conejos.
Se confiesa satisfecha con lo que hace. Vive en el
poblado de “El Canal”, al norte de la provincia y está vinculada al órgano de
base de la
Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) “Alfredo Jordán
Morales”. Primero era un joby para mí. Me
va muy bien como productora, me dan pienso, me pagan el conejo, me dan
medicamentos. Es un poco trabajoso porque hay que buscar hierbas, pero tiene
sus ventajas, ahora mismo dieron bicicletas a los productores más destacados y
me gané una.
Otro trofeo a su empeño es el rancho que está al
final del patio en la casa de sus abuelos. Siguiendo rigurosamente las normas
de higiene, exige a los que van a adentrarse al mundo de sus conejos que
desinfecten los pies para evitarles el contagio de enfermedades.
El rancho está hecho con
mis propias manos y gracias a la ayuda de un vecino que es como mi hermano.
Picamos matas de coco, fuimos al monte por los palos y las canas. Clavando por
aquí, picando madera por allá, haciendo miles de inventos, lo armamos entre él
y yo. Fue terrible porque me di muchos golpes con el martillo, acabé con mis
dedos, pero valió la pena. Me gusta cuando voy a hacer una cosa que me quede
bien. Al final pasas menos trabajo porque si no tienes a los conejos bien
cuidados, bien protegidos; se enferman, se escapan y pierdes. Necesitan un
cuidado especial porque vasta con que te descuides tres días para tirar por la
borda lo que le dedicaste en meses. Hay que darles vitaminas y bastante comida.
La primera vez que Dayanis vendió conejos entregó un
lote de 25 animales casi todos pasaban de los tres kilogramos de peso, lo que
le reportó más de ocho quintales de pienso y cerca de 800 pesos de ganancia.
Ahora conserva ocho reproductoras y un macho para incrementar su crianza,
mantiene otros 30 pichones para la próxima entrega.
Me toma 4 ó 5 meses hasta
convertir los conejitos en adultos listos para la venta. Invierto casi todo el
dinero de las ganancias en ellos para incrementar la crianza. En el futuro, me
imagino con otro rancho más grande con más conejos, más jaulas, entregando
entre 100 y 500 cada dos o tres meses.
Confiesa que su familia le ha ayudado en sus
aspiraciones de ser una gran cunícultora, pero sabe lo que cuesta todo lo que
posee por eso lo defiende a capa y espada. Como
joven a veces me dicen algunas personas: oye mi’ja que tú haces ahí, deja eso,
pero a mí me gusta y me va bien. Por otra parte, siento que he aprendido mucho
en las charlas que damos en la asociación de cunicultores. Nos comunicamos
entre nosotros y cuando alguien aprende algo nuevo se lo dice a los demás, nos
dan libros, revistas, le pregunto a los más experimentados cuando tengo dudas y
creo que todo eso ha influido en que sepa lo que sé ahora. Todo es tener la
voluntad.
Dayanis realiza otra obra de arte, esta vez no
requiere acuarelas o pinceles, trabaja con elementos de la naturaleza. Así,
encuentra la relación entre la pintura y la cunicultura: Son inspiradoras las dos, me paso rato mirando los conejos, son
elegantes, los veo tan lindos. Recuerda entonces vivencias que la marcaron:
Mi mejor experiencia fue cuando me parió
por primera vez una coneja y vi todos aquellos conejitos; la mala, fue que se
me perdieron casi todos. Tuve que empezar de nuevo casi desde cero.
Lanza a manera de convocatoria su historia con la
esperanza de motivar a otras mujeres, que como ella, puedan encontrar en esta
labor un camino para el futuro. Nunca me
imaginé que iba a dedicarme a esto. Es un trabajo normal, no quita ningún valor
moral ni social y da muchos beneficios. Ojalá, se unan muchas personas, no es
difícil, sé que se puede.
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