Marielena
Pérez Peña es una científica de la tierra y le encanta experimentar con un que
otro cultivo, pero su pasión son los granos y en especial, la soya.
La
productora tunera se especializó en este alimento y a tres años de
investigaciones conoce las particularidades del cultivo y alcanza cerca de
cuatro toneladas por hectárea, mientras que la media del rendimiento a nivel
nacional es de dos toneladas por hectárea. Su éxito es mayor porque lo consigue
con poco riego y bajo las condiciones del suelo y el clima de una de las
provincias más secas del país.
“Me
enviaron pequeñas cantidades de semillas desde Las Tunas para ver si se
adaptaban a nuestro clima. Monté un experimento con 15 variedades de soya en un
área pequeña, ahora es el que más me gusta y al que le he dedicado más tiempo.
En el municipio no había esa experiencia y ya logramos nuestras propias
semillas.”
Su
trabajo en el campo le permitió el desarrollo de variedades tan poco comunes
como la soya negra. “Planté para saber en que época se adaptan mejor porque todas
no son de la misma etapa, así sé como tener mejores rendimientos. Hay
cultivares de un ciclo más corto, de 80 días y otros de 120. La verdad es que
aun no conocemos muchas cosas. Algunas tienen flores moradas, otras blancas.
Verlas en el campo, todas juntas, es lo que llama la atención porque se ve muy
bonito.”
En el
año 1993, Marianela se graduó como Ingeniera Agrónoma, asegura que se decidió
por la carrera porque no podía vivir lejos del campo y de las siembras. “Desde
niña, me gustó ver el fruto que se logra de la tierra. Siempre fue un buen
regalo para mí.”
Ahora
como profesora a tiempo parcial de la Universidad en el municipio de Jesús Menéndez, se encarga
de motivar a sus educandos para que se decidan por la producción de alimentos. “A
mis estudiantes, les explico la importancia y la necesidad que tenemos de hacer
producir nuestra tierra y le pongo ejemplos de cómo sí se puede, cuando se
quiere puede lograrse cualquier cosa. Hoy, tenemos que amar las producciones
porque es lo que nos va a desarrollar y hacer salir adelante al país.”
Para
motivar a otras personas al cultivo de la soya, aprovecha el poder de
convocatoria del centro universitario para realizar exposiciones de semillas
que luego reparte gratuitamente. “He convocado a dos ferias de granos, para que
otros campesinos escojan las mejores variedades y si no alcanzan para todos se
las hago llegar luego. Así diversificamos las producciones, pues la soya se
comercializa a altos precios en el mercado internacional.”
“Lástima
que en nuestra provincia no se cuenta con la tecnología para procesarla y
obtener aceite. En otros países la soya es muy utilizada para este fin. Aquí
tiene mucha demanda por parte de los productores porcinos.”
Gracias
a su colaboración con otros campesinos y los logros en el campo, le permitieron
incluirse entre las líderes más destacadas del continente que se dieron cita en
el Tercer Encuentro Internacional de Mujeres Rurales bajo el lema:
"El fin de la pobreza global comienza con los derechos de las
mujeres". “Nunca en la vida me imaginé que pudiera
participar en un evento de carácter internacional e intercambiar con
productores de otras provincias y de otras partes del mundo. – confiesa con
modestia.”
Ese
fue solo el comienzo, también representó a las cubanas en la celebración por el
Día Internacional de la
Mujer Rural, en Canadá. “Fue una
experiencia única, me motivó mucho la agricultura orgánica y la participación
de los jóvenes y las mujeres como propietarios de parcelas. Siento que nos
falta lograr protagonismo en esos sentimos. Nuestros campesinos todavía
dependen mucho de los productos químicos para lograr buenos rendimientos en los
sembradíos y hay muy poco protagonismo por parte de la juventud y de nosotras
porque se le teme mucho al trabajo en la tierra o se toma a menos.”
Pero
eso no sucede en la casa de la familia de Marianela, las seis hectáreas que
posee se convierten en un hervidero de personas que laboran la tierra de la
manera más orgánica posible, en franco respeto al medio ambiente. Se incluye su
hija de 13 años que sueña con ser ingeniera agrónoma como su mamá.
“Mi
hija parece que lo trae en la sangre, desde pequeña ha visto todo lo que se
hace en la finca. Se involucra conmigo en las mediciones que hago en el área,
muestrea el desarrollo de las plantas y los fines de semana se va desde por la
mañana hasta la hora que sea, siempre trabajando en el campo; toma datos y hace
cualquier cosa, incluso coge un azadón o una guataca, como decimos los
campesinos. Siempre conmigo, en el campo.”
La
historia se repite una vez más, hace algunos años la pequeña que participaba en
las cosechas era Marianela, desafiando las creencias de muchas personas que
discriminan esta labor para las mujeres.
“Es
difícil, pero uno ve la recompensa con la producción, sí se puede trabajar la
tierra, me gusta. Las satisfacciones son grandísimas porque siembras un granito
de cualquier semilla, la ves crecer y producir, de algo pequeño, obtienes
grandes cosechas. Es un orgullo que se me acerquen las personas para que les
explique cualquier cosa de los cultivos o les cuente mis experiencias. No
quisiera irme nunca del campo, desde niña vivo ahí y creo que voy a morirme
ahí, sembrando mi pedacito.”
“Sueño
con seguir logrando buenas producciones, no solo de granos y hortalizas, si no
de todo. En el territorio tenemos buenas tierras y siempre nos darán lo que
seamos capaces de producir, lo que se necesita es que se atiendan.”
Así es
esta cubana que responde feliz si alguno de sus amigos la llama “guajira”.
Confía en un mejor destino para los cultivos, sin trabas en la comercialización
y una Chaparra que camine
con pasos seguros hacia el desarrollo. Marianela es una especie de diva rural
que deposita su talento en la prosperidad de la parcela. “Para mí, la tierra es
la vida.”
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