"No midas tu riqueza por el dinero que tienes o atesoras, mide tu riqueza por aquellas cosas que no cambiarias por dinero."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Al son de la tierra

Clara es una de esas mujeres
que nació para brillar.
Mi vida es la tierra, afirma Clara Estrella Peña Ávila con una sonrisa amplia, tan grande como la certeza que la ha hecho comenzar tres veces, casi desde cero, en sus cinco décadas de existencia. La motivación es su parcela ubicada en San Juan.
Vine para aquí cuando me casé, a los 15 años. Mi esposo y yo trabajábamos la tierra compartida con el dueño, nos quedábamos con una parte y teníamos que darle dos a él. La Reforma Agraria me dio derecho a ocho hectáreas.
De sus padres aprendió muchas técnicas que aplica todavía. Su mamá trabajaba el campo y su papá alternaba el empleo en Puerto Carúpano con la agricultura, pues no tenían muchos recursos y encontraron en la producción de alimentos una manera de hacer más fácil su situación económica.
Cursé el sexto grado después de casada y no quise seguir, porque lo que quería era trabajar para tener mis cositas. Fui una de las primeras en sembrar cebolla y ajo en la zona. Iba a Ciego de Ávila a buscar productos para fumigar la cosecha; me quedaba sentada en un parque toda la noche en espera de un hombre que me los resolvía. Él decía que yo era la única mujer que hacía eso.
Quien ve la alegría de Clara no imagina los obstáculos que ha saltado; cada prueba fortaleció su disposición y su espíritu.
Mi esposo se fue para Estados Unidos pero yo no quise irme, porque dije que para un país ajeno no emigraba, que me quedaba en lo mío, en Cuba, junto a Fidel y en mi tierra trabajando. Cuando él se fue, como yo trabajaba la tierra, me quedé con la parcela; además, me dieron tres hectáreas. De mis cosechas le entregaba al hogar materno, al hogar de ancianos y le vendía al Estado.
Pero no fue esa la única vez que no dudó en dejar todo atrás. La vida se lo impuso: Me fui porque era mejor luchar por mi salud que por lo que tenía. Estaba enferma, con un tumor en la vagina. Me atendí en La Habana; allá me operaron y después venía un médico de la capital a consultarme, lo mandaban en un helicóptero. Estoy muy bien gracias a la Revolución, por eso digo que nunca me voy de Cuba. Si hubiera sido en otro país me hubiera muerto… Me fui porque a fin de cuentas, si me salvaba podía volver a empezar… y volví a empezar.
Por el patio de Clara se contonean pavos reales con la cola inmensamente abierta, corren de un lado a otro los pavos criollos, las gallinas y se oye cantar algún gallo para dejar claro su poderío. Con 40 años dedicados al trabajo agrícola, esta chaparrera tiene total decisión sobre sus cosechas.
Siembro maíz, calabaza y yuca, que son más resistentes a las plagas. Ahora también tengo melón, garbanzo y frijoles. Me gusta trabajar en el campo, levantarme bien temprano y ponerme a sembrar. Cuando tú siembras una cosecha y lo ves todo verde… para qué más. Si hay una cosa bella, esa es el trabajo.
Pero tuvo que comenzar una tercera vez, tras el paso del huracán Ike.
Todo quedó destruido, el naranjal, las ciruelas y la casa; muchos animales murieron. Después sembré viandas porque la vianda se perdió, maíz para los animales porque no tenían comida, yo tenía unas yuquitas que las tumbó pero eran las únicas que había por todo esto para poder comenzar el cultivo.
Después del huracán tuvo que poner las camas bajo el sol y el sereno por varios días. Entre ella, un joven y una señora que viven ocasionalmente en su casa, cepillaron en la canoa de agua de los animales cada abanico de la palma cana de la vivienda que destruyó el viento para volver a utilizarlas como techo. Trabajaron día y noche hasta volver a armar la casita de madera. En veinte días de labor, dejaron el hogar pintado.
Soy de las que no echan para atrás, ni dice que algo no se puede hacer; pienso siempre que sí se puede y no le tengo miedo al trabajo.
Cuando se coge una cosecha grande, es una felicidad. Lo mismo se siente cuando se venden puercos de más de 200 libras, como los tuve yo.
Clara se convirtió en la mayor productora de carne porcina del municipio.
Hubo veces de entregar 15 ó 16 puercos grandes. A cada rato tenía una buena venta de esas.
El fruto de su dedicación en la cría de cerdos le reportó más de 40 mil pesos anuales. Ella misma atendía a sus animales y les inyectaba en caso de que se enfermaran.
Como tenía muchos corrales, me entregaban comida, pero en la última temporada dejaron de hacerlo; esa época la recuerdo con tristeza porque muchos de los cerdos se desmejoraron… Ahora estoy esperando para coger los convenios y empezar la crianza de nuevo, ya recogí siete hectáreas de maíz y voy a preparar yogurt de yuca para garantizar la alimentación. Estoy en espera de que me traigan los puerquitos.
Esta cubana, hace mucho tiempo que echó raíces.
Estoy donde quiero estar. Todavía el que era mi esposo me pide que me vaya, pero yo le digo que el que tiene que venir es él. Este gobierno es una belleza, no me voy para los Estados Unidos ni muerta; fui hace como tres años, me pasé un mes y vine enseguidita, dando gritos.
Yo tengo que echarle el ojo a todo, porque no puedo estarme quieta. No me gusta estar en la casa, me parece que es una vida vacía, que no tiene lógica; lo mío es estar en el campo.
Muchas personas miran con curiosidad a Clara cuando va a la cabecera municipal manejando su carretón de caballo, más asombro les daría si la vieran con su yunta de bueyes arando la tierra.
Mientras viva, yo trabajo, ¿cómo voy a vivir sin trabajar? Hay mucha gente a la que no le gusta el campo, pero a mí sí,  es mi alegría y para el pueblo no me voy ni loca. Me pienso quedar aquí por siempre, ese es mi final, pero eso no es por ahora, ahora hay mucho trabajo por hacer…
Me siento muy feliz donde estoy, tengo mi pedacito de tierra donde mudar mis vacas y mis bueyes, donde trabajar y sembrar lo que quiera; ¿qué más puedo pedir? Esa es mi felicidad.
Tal parece que sus padres conocían bien el destino de esta mujer cuando escogieron su nombre. Ella tiene total claridad de lo que quiere y construye su destino.
Sueño con terminar mi casa, que Dios me dé mucha salud y también a mi coro familiar que es lo que hace falta. Espero sacar otro convenio y coger treinta puercos para empezar de nuevo. Hay gente que dice que por trabajar en el campo la mujer se pone vieja y fea, yo no estoy de acuerdo con eso porque si te quieres cuidar, te cuidas; cuando pasan los años nadie se mantiene joven. Este es un trabajo como otro cualquiera y yo nunca escogería otro.
Nosotras sí podemos trabajar, luchar, echar pa’ lante y cumplir con los planes. Para la mujer no es difícil nada; duro es para la que nunca lo ha hecho, pero solo tienes que empezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario